A los 20 abusábamos de las hamburguesas, los refrescos, los espaguetis con salsa boloñesa, las patatas fritas, el embutido, el pan, el chocolate… Para muchos, tiempos de universidad: vida desordenada, noches de fiesta, largas semanas de comida basura y tapers, y sábados y domingos en casa, comiendo, y mucho, comida de verdad…
Y sin factura. Ni un kilo del que preocuparse.
Veinte años después, una noche de cena con amigos tiene dos consecuencias: nos levantamos agotados al día siguiente, y la báscula, esta vez sí, nos gira el recibo en peso. Pero cómo es posible. ¿Qué ha ocurrido?.
La respuesta a estas preguntas contiene dos extraños vocablos; más extraños si aparecen juntos:
Metabolismo basal
El metabolismo basal es el gasto energético diario que nuestro organismo necesita realizar para cubrir el conjunto de funciones metabólicas esenciales. Esta cantidad mínima de energía varía según la masa muscular, el sexo, la edad y otros factores.
De hecho la edad es un factor clave. Cada año que cumplimos, la cantidad mínima de energía que necesitamos disminuye. En concreto, entorno a un 2 ó 3% anual. En gran parte, porque nuestra masa muscular –si no lo evitamos– se reduce un 1% cada cinco años entre los 25 y los 50; y un 1% anual, de los 50 años en adelante. Es decir, nuestro cuerpo necesita cada vez menos energía en reposo para mantener las mismas funciones.
¿Se puede evitar?
Desde luego, disponemos de herramientas para luchar contra esta ralentización. Medidas que podemos adoptar y que nos ayudarán a acelerar nuestro metabolismo:
- Ejercicio.
Si decíamos que uno de los factores clave del proceso es la pérdida de masa muscular, evitemos esa pérdida. Necesitamos que parte de nuestro ejercicio físico habitual se oriente a ganar masa muscular. Si nos ponemos en manos de un profesional, nos guiará a través de la multitud de ejercicios de fuerza que podemos realizar. Y nos ayudará a ejecutarlos correctamente, con lo que evitaremos lesiones. - Alimentación.
Cómo no. Siempre. Nuestros músculos necesitan proteína, animal o vegetal. Los ejercicios de fuerza no serán tan efectivos si no los acompañamos de una dieta rica en proteína. Pero, ojo, sin pasarse. En exceso, el riñón sufre. Y no conviene. Por lo demás, aprovechando que estamos en verano, aumentemos el consumo de frutas y verduras, tal y como aconsejábamos en este artículo. Aquí os dejo un pequeño listado de alimentos ricos en proteínas: espinacas (mejor, crudas), lácteos bajos en grasa, huevos (la mayor parte de la proteína se encuentra en la clara), carnes blancas (pollo, pavo…), legumbres, atún y otros pescados azules (que además nos aportan Omega3)… - Epigenética.
La ciencia médica avanza. Los avances en epigenética (una de las ramas de la genética) han abierto campos de conocimiento de nuestro cuerpo hasta ahora cerrados. Gracias a esto disponemos hoy, por ejemplo, de complementos nutricionales 100% naturales que contribuyen visiblemente a aumentar nuestro consumo metabólico. Es decir, evitan esa ralentización y consiguen que el consumo energético se asemeje de nuevo al de nuestros 20 años.
En resumen, si queremos que esa pizza no nos engorde tanto, combinemos ejercicio, alimentación y epigenética. Y, por supuesto, ¡no abusemos tanto de la pizza, que nuestro cuerpo lo agradecerá!